viernes, 30 de diciembre de 2011

SITUACIÓN POLÍTICA NACIONAL

A DOS AÑOS DE LA DERECHA EN EL GOBIERNO

A pesar del período de estabilización de la lucha de clases en nuestro país, desde el pasado año, nos hemos encontrado nuevamente con sorpresas, el pueblo ha manifestado su malestar frente a las medidas neoliberales propiciadas por el gobierno de Piñera, tendientes a la privatización de la totalidad de las necesidades humanas.
El gobierno de Bachelet continuaba fortaleciendo la fase de estabilización, sustentada en la figura maternal de la presidenta y su pasado familiar como víctima de la dictadura, la cual mediante su legitimidad aseguraba las condiciones de estabilización económica y gobernabilidad para las clases dominantes de nuestro país. Lo cierto es, que con el escándalo de la concertación debido a su incoherencia orgánica y su escasa habilidad para gobernar, y con la llegada al poder de la derecha llena de medidas de subyugación hacia las masas trabajadoras, podemos afirmar que en la actualidad nuestro país se encuentra sin un bloque político hegemónico en el poder, proceso que se posicionó muy lentamente debido a la autodestrucción de los bloques políticos que contaban dentro de sus filas con intereses diversos e incapacidad política. Lo anterior, sin duda, ha repercutido en que los sectores más politizados del país se manifiesten de diversas formas buscando salidas propias a las necesidades que el pueblo reclama.

CRISIS DE LEGITIMIDAD Y REPRESENTATIVIDAD ¿PERÍODO PRE-REVOLUCIONARIO DE LA LUCHA DE CLASES EN CHILE?

En un año de marchas, protestas, huelgas y acciones directas de masas, muchos compañeros creen ver lo que Miguel indicaba como el crepúsculo de la revolución, sin embargo, el fenómeno cuantitativo del movimiento social no implica que la gran cantidad de masas volcadas a las calles visibilicen un horizonte común, al contrario, recién se ha fracturado la heteronomía de un pueblo diverso, esto es, que los cánones morales y la subjetividad impuesta por la legalidad burguesa se han ido desgastando debido a la ruptura de la legitimidad tanto de la clase política como de la institucionalidad, por lo que la búsqueda de soluciones frente a los problemas sociales, principalmente por parte de la juventud, que ha reconocido “la calle” como espacio natural de derecho a expresión, en vez de los registros electorales, ha ido regenerando una incipiente cultura contestataria frente al sistema de dominación. Si bien lo anterior se traduce principalmente en condiciones subjetivas (abstractas) favorables para el movimiento popular, esto es, la organización y conciencia política de las masas frente a las condiciones objetivas (tangibles) de pobreza y marginación del pueblo, el movimiento social no ha alcanzado una etapa de maduración política donde comprenda que la burguesía y sus lacayos políticos del reformismo, no cumplirán la satisfacción de sus demandas, traicionando al movimiento popular como lo han hecho históricamente. El pueblo en su conjunto, aún no distingue a su enemigo de clase manifestándose sólo por demandas reivindicativas, cuestión fácilmente manejable por el estado junto a la clase dominante dentro de los marcos fijados por la legalidad burguesa que ellos mismos imponen a través del poder ejecutivo, legislativo y judicial.
La asimilación de la guerra de cuarta generación por parte de las clases dominantes, es decir, la guerra comunicacional contra grupos organizados frente al estado burgués, permite desvirtuar la lucha y develar los verdaderos enemigos del pueblo, mostrando en noticieros radiales y televisivos, que la vía democrática de “diálogo” es la única salida a los problemas sociales que nos aquejan, criminalizando a los sectores sociales que toman en sus manos su futuro ejerciendo la violencia política organizada.
Es el caso de la lucha del pueblo nación mapuche, que resiste como puede los embates de un estado continuador del sincretismo cultural iniciado en la “guerra de Arauco” y perpetuado a lo largo de la historia con los intentos de “pacificación de la Araucanía”, después del turno de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, la represión prosigue con Piñera, escalando y agudizando el conflicto, en violencia y hostigamiento a las comunidades en lucha.
Es de esta forma, como los poderosos producen fracturas dentro del movimiento social, mostrando una heterogeneidad valórica que desconcierta. En el movimiento estudiantil, por ejemplo, proponiendo salidas burguesas dentro del marco de la estabilización de la lucha de clases que impiden la agudización de las disputas. El pueblo, enajenado por una vida de explotación, invadido por la globalización imperante y aculturizadora, desconoce a la lucha radical como la real y única salida a los problemas que lo aquejan, cayendo en el viejo juego de la clase dominante en el cual se muestra al enemigo dentro de las propias filas.
“Divide y vencerás” ha sido la forma histórica de dominación tanto en la división del trabajo internacional y en la guerra de clases entre los seres humanos.
A pesar de lo anterior, en ningún sentido se puede menospreciar el resquebrajamiento en el pensamiento dominante que la población ha asimilado por décadas, tampoco se puede mirar a menos el comienzo de una fase de luchas populares que puede tardar años en otorgar los primeros frutos. El llamado urgente es, a reconstruir e impulsar la alternativa política del pueblo y los trabajadores, desde el campo democrático revolucionario para generar las posibilidades de dar un salto cualitativo y radical en las luchas sociales, para sobreponer, de una vez por todas, la alternativa revolucionaria.

DESPUÉS DE PINOCHET, LA CONCERTACION Y SU“TRANSICION A LA DEMOCRACIA”, AHORA LA DERECHA CONTINUA Y PROFUNDIZA EL MODELO NEOLIBERAL

En todo análisis, desde cualquier mirada, es innegable la inequidad que se profundiza en Chile, la redistribución del ingreso, donde el 10% más rico posee un ingreso per cápita 78 veces superior al del 10% más pobre, es algo que no se ha podido esconder ni siquiera por parte de la derecha más recalcitrante.
Si miramos el Chile en su conjunto, el recorrido se hace extenuante. Casi la totalidad de los servicios básicos están en manos privadas, debido a un solo motivo: el modelo de desarrollo imperante que propone la acumulación como factor de competencia primordial entre los seres humanos. El agua, se encuentra en amenaza mundial, y en nuestro país, el “Código de aguas” permite tratar legalmente al agua como mercancía, lo que genera un marco de abastecimiento urbano que reniega el recurso de todos a gran parte de los sectores rurales y campesinos por no ser rentables, además de generar endeudamiento en el pueblo pobre trabajador y a la vez, permitir la privatización de la luz, recurso económico dependiente del agua, que se privatiza en su totalidad mediante ENDESA en 1989, como herencia de la dictadura, medida que es profundizada en los años de la concertación. El gas, otro recurso indispensable, también cuenta con una reserva disminuida, y que mejor para el gobierno que subvencionar una parte del alza en el precio, con el pretexto de la escasez mundial, para que los trabajadores paguen el desabastecimiento, mientras METHANEX, una transnacional canadiense, obtiene aproximadamente un millón de litros cúbicos de gas al día. Las telecomunicaciones han sido privatizadas desde los 90 por parte de la llamada “transición a la democracia”, que como ya sabemos, fue una alianza política más de los sectores políticos dominantes para dar respuesta a una crisis social a punto de estallar. Hoy en la sociedad de los medios de comunicación, el capitalismo globalizador se ha impuesto como forma monopólica en las comunicaciones humanas, facilitando la comunicación virtual e imponiéndola como necesidad indispensable, y relegando al ser humano y su intrínseca capacidad de “ser social”, a comunicarse por redes sociales virtuales que muestran e imitan todos los Karmas y vicios burgueses de una sociedad desigual, poniendo en la meta de las vida humana lo meramente estético, en contraposición a nuestro bienestar psicológico, a nuestra capacidad de amar, a nuestra capacidad de solidarizar con el prójimo más allá de las palabras. El transporte aéreo, también ha sufrido importantes medidas privatizadoras, desde los 80 con Pinochet hasta hoy con Sebastián Piñera y la familia Cueto. El transporte urbano, con el “Transantiago” es otro ejemplo de pésima planificación estatal, pareciera que al estado y la clase dominante le acomodan las empresas de transporte no licitado y se esfuerzan en demostrarlo, hasta la interconectividad entre las ciudades ha sido privatizada, el TAG es sólo un ejemplo aparte de las concesiones vía mar, tierra y aire. La salud por su parte, cuenta con un sistema de atención pública paupérrima, aún más, con la tasa de envejecimiento que aqueja a la población chilena y las enfermedades producto de las carencias materiales del pueblo pobre, la salud privada emerge como la salida de calidad con sus créditos a destajo, ante la negligencia y las “largas colas” para poder atenderse de la salud pública. El plan auge del gobierno de Lagos es un ejemplo de lo anterior, priorizando enfermedades para atender en el sistema público y dejando otras sin cabida para ser recogidas por el sector privado, dando comienzo, a una profundización silenciosa en las medidas privatizadoras que pretendían llegar a la concesión de los hospitales y la desaparición de la salud pública, tarea que hoy se está logrando con el gobierno de Piñera. Las pensiones son otro negocio inhumano, con el aporte obligatorio de todos los chilenos a las administradoras de fondo de pensiones (AFP), se lucra con el dinero de todos invirtiéndolo y comprando acciones de empresas nacionales y extranjeras, como una forma legalizada en la modernidad de lavar dinero, dando (implícitamente) a los trabajadores independientes dos opciones: una vida de ahorro o una tercera edad en la miseria. Para las fuerzas armadas (FF.AA), claro que la cosa es distinta, ya que son ellos los que, paradójicamente, tienen el deber de proteger a la ciudadanía (al contrario de lo que se ve en las protestas y el terremoto, por ejemplo) por lo que su sistema de pensiones es estatal por el riesgo que se corre, y su jubilación es anticipada. Nuestros recursos naturales han sido privatizados a destajo como condición básica para el ingreso a los tratados de libre comercio (TLC). La educación en su amplitud se encuentra privatizada, siendo ésta la que expresa la matriz cultural impuesta por un modelo económico desigual. En los últimos años, las reformas a la ley orgánica constitucional de enseñanza (LOCE) han sido solo pinceladas en un cuadro educativo cuyo fondo sigue igual. La educación como mercancía, con la PSU como filtro de clase en el ingreso a la educación superior, deja como oportunidad al pueblo pobre una educación técnica con altas tasas de endeudamiento, pocos créditos de financiamiento y bajas remuneraciones en el campo laboral. Esto queda demostrado con muchas encuestas de muestreo, una de ellas la CASEN, la cual demuestra que el quinto quintil más rico tiene el 80% de acceso a la educación superior en contraposición al 17% de acceso del primer quintil más pobre. Los que no pueden ni siquiera pasar a la educación superior, con suerte encontraran un trabajo mal remunerado en un mercado laboral cada vez más exigente debido a los grandes ejércitos de reserva, los cesantes.

LA “CRISIS” ECONÓMICA - ECOLÓGICA MUNDIAL Y SUS “AZOTES” EN AMÉRICA LATINA Y CHILE

Contradictoriamente, cuando se habla de crisis en nuestro país, las cifras dicen todo lo contrario, las tasas de rentabilidad no sólo de la banca sino de las grandes empresas han crecido en forma proporcional a las cifras cada vez más negativas de la redistribución del ingreso, en el caso de la industria minera privada las ganancias mostraron un notorio avance de 64,7% en relación al año anterior, llegando en 2011 a US$ 3.234,04 millones, el sector forestal obtuvo ganancias cercanas a los US$ 5.600 millones, mientras que el retail aumentó sus dividendos más de 10 veces, superando los US$ 106 millones en ganancias, por su parte la distribución del ingreso se mantiene en la última década.
Claramente el escenario es desigual, los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Es claro, no hay crisis mundial para los dueños del poder y la riqueza.
La existencia del capitalismo significa la propia existencia de crisis económicas mundiales cíclicas, donde el capitalismo global se va regenerando y reinventando para dar soluciones que la mayoría de las veces recaen en las espaldas de los trabajadores, sobretodo de los países subdesarrollados y del tercer mundo, los cuales mediante la precarización y flexibilización laboral, el endeudamiento, los despidos, etc. van pagando la crisis de los patrones quienes no pierden. La crisis de los patrones nacionales e internacionales es producto de su misma especulación económica, siendo majaderos, la crisis no es más que el no cumplimiento de las utilidades que se pretenden obtener por parte de los dueños de los medios de producción y de los accionistas financieros.
Por otro lado, el imperio norteamericano y su política de “amigo o enemigo”, se encarga de aislar económicamente a todos los países que pretendan crear alternativas económicas, tal es el caso de Latinoamérica con el ALBA.
En Chile, la crisis se trata de opacar con las medidas contra cíclicas impulsadas por el estado en el conjunto de la economía, lo que hace contar con excedentes hacia futuras crisis que permiten subsidiar las necesidades del país ante las crisis mundiales y aparentar estabilidad en beneficio de las clases dominantes y su modelo desarrollista neoliberal. Es sabido que la clase política no interviene en la economía con su política de “dejar hacer”, pero cuando las clases dominantes ven amenazados sus privilegios, lo primero que hacen es pedir ayuda gubernamental, a lo cual el gobierno de turno acude inmediatamente, en contraposición con los derechos de los trabajadores, los cuales han sido históricamente negados.
Chile es un país abierto y rentable para los capitales extranjeros y nacionales, por supuesto, porque tiene trabajadores muy mal remunerados y porque la gran parte del pueblo subsiste debido a la cruel imposición del capital transnacional financiero, que impone grandes tasas de interés mediante la deuda a crédito, y que brinda grandes facilidades para obtener las tarjetas que representan fielmente la arremetida del dinero intangible por sobre el efectivo en la actualidad. La raíz de la crisis mundial está en que los individuos se endeudan mucho más de lo que pueden pagar, por lo que la crisis, además de ser financiera, es una crisis que tiene raigambre en la sobreacumulación de capital.Lo cierto es que las empresas que logren sobrevivir, serán menos y más grandes, dando paso a lo que Marx llamó la síntesis, es decir, el resultado derivado de la combinación dialéctica entre tesis y antítesis. Esta síntesis de la crisis será temporal hasta la llegada de otra crisis.
Por otro lado, el medioambiente junto al ser humano, es el más afectado por la crisis económica. La desregulación fiscal en la economía que da vida al capitalismo, favorece la emanación de gases que producen cambio climático en la atmósfera debido al tipo de producción agrícola y ganadera industrial de la mayoría de los países. Es el modelo capitalista de acumulación el que justifica la contaminación, el cambio climático y la consiguiente pérdida de biodiversidad, sin medidas sustentables y sostenibles que regulen la interacción ser humano-naturaleza y que preserven la reproducción de los recursos para las generaciones futuras de la humanidad. La problemática medioambiental es problema de todo revolucionario, ya que es una de las contradicciones fundamentales entre trabajo-medio ambiente. Los sectores dominantes, políticos y empresariales, pretenden culpar a todos en el problema del deterioro medioambiental, sin embargo, son ellos mismos los que por años han propuesto y mantenido un sistema de irrestricto interés hacia la acumulación económica por sobre la preservación del medio ambiente, manufacturando productos que el pueblo obtiene en el mercado, luego botando deshechos que dejan una “huella ecológica” difícil de revertir para el ecosistema. El agua, tanto de ríos y de mares sigue siendo contaminada por los desechos industriales, sobre todo por el derramamiento de petróleo, el cual en su estado gaseoso también daña el aire con la combustión de Óxido de nitrógeno (NxOy) y dióxido de azufre (SO2).
Debido a la concentración de la geografía urbana, y la sucesiva formación de metrópolis y megalópolis a nivel mundial, el medioambiente, producto de la producción y acumulación de población productiva que tiene injerencia directa en el ecosistema, ha visto alterado sus ciclos naturales. Un gran ejemplo de esto sigue siendo Santiago con excesivos niveles de emanación de monóxido de carbono (CO), a través de las aglomeraciones vehiculares producto de la centralización administrativa y terciaria. Las ciudades restantes siguen siendo los lugares donde el sector primario y secundario prevalece, la centralización en Chile es aberrante y permite la exclusión de la mayoría de los chilenos que ven amenazada su soberanía alimentaria con productos exportados que son más baratos en el extranjero en vez de nuestro país productor.

Las tasas de inmigración hacia Chile no han crecido tan sustancialmente en las últimas décadas, pero los medios de comunicación, con gran capacidad sensacionalista, han tratado de maximizar el repudio hacia la llegada de personas provenientes de países limítrofes a nuestro país en búsqueda de mejoras laborales, como es el caso de los hermanos peruanos. Sin embargo, en Chile existen residiendo o ya establecidos más argentinos que peruanos, pero la diferencia radica en que mientras los primeros son mayormente profesionales, técnicos o estudiantes, los segundos son mano de obra no especializada. En Chile el forastero es bienvenido siempre y cuando signifique un aporte a la economía de mercado. El ser humano es sólo un factor productivo más en la sociedad de mercado, y en Chile, ya no se necesita más mano de obra barata de la que ya se ha generado entre sus habitantes.

EL VIEJO CIRCO POLITICO Y EL DESGASTE DE LA INSTITUCIONALIDAD

Podemos decir, que la crisis de legitimidad y representación política, no es más que la cosecha de 20 años de profundización del modelo político económico dictatorial que administró la concertación como continuadora de Pinochet bajo un régimen de “democracia restringida” que permanece hasta hoy, lo que fue incubando el actual descrédito de la casta política que legislando a favor de la gran empresa y las transnacionales ha extendido sin límites las utilidades de estos, incrementando la injusticia social para los trabajadores, y por otro lado, priorizando el financiamiento del estado policial y eternizando un régimen laboral flexibilizado. Sin dominación no puede haber explotación.
Pese a las rencillas y disputas de espacios de poder al interior del bloque político administrativo, se consolida el núcleo más duro del neoliberalismo que en términos ideológicos se expresa en el instituto “Libertad y Desarrollo”, organismo que se declara independiente de cualquier política gubernamental, religiosa, política y empresarial, etc. Pues claro, si sus políticas son parte de la derecha más dura del país. No es extraño que su director, Luis Larraín (parte del “linaje de los 800” y ligado a la UDI) criticara públicamente las medidas sociales de Piñera por parecerse más a políticas concertacionistas que de lo que tendría que ser la verdadera derecha para ellos, es decir, un gobierno fascista que no de oportunidad alguna para el pueblo y los trabajadores con medidas sociales populistas, sino que ejemplifique y castigue con “mano dura” los intentos de protesta social, tal como lo hiciera su general predecesor. Desde este instituto surgen las líneas programáticas del gobierno de la alianza, aunque con poca coherencia en políticas macro, pero mostrando los caminos con un sinfín de particularidades que profundizan el modelo o abren los debates de manera de imponer la agenda privatizadora como único camino. Es importante decir que en este plano sólo la lucha continua del movimiento estudiantil ha logrado romper la agenda. El instituto, por su parte, sigue sosteniendo que la desigualdad de la redistribución de la riqueza en Chile, y por lo tanto, la educación como vitrina de las diferencias de clase, no es asunto de la política pública.
Es obvio, Piñera no es del gusto y no le cae bien a la “fronda aristocrática” que aún gobierna el país bajo las sombras, su linaje no es de la nobleza más “pura” y sus políticas no son tan severas como los dueños del país quisieran. El instituto “Libertad y Desarrollo”, por lo mismo, se ha transformado en el líder de la oposición concertacionista en vez del fiel colaborador que la presidencia pensaba para sí mismo. Aunque es obvio, la postura de la derecha económica prevalecerá sobre la política de las nuevas alianzas de cualquier sector.
El bloque político dominante se ha resquebrajado públicamente por dos aspectos generales, en primer lugar, por la disputa salvaje por posicionar personalidades como futuros candidatos, mediatizando de forma exacerbada las aspiraciones de personajes tales como Zalaquett, Labbé, así como de los ministros Longueira, Matthei, Allamand, Golborne (con la negligencia de los 33) entre otros, e inclusive Ossandón a la cabeza del populismo crítico a la administración Piñera. En segundo lugar, la mirada diversa de sectores más liberales que chocan en aspectos valóricos y de procedimientos, el “escándalo” del matrimonio homosexual criticado tan fervientemente por los políticos católicos más empedernidos, provenientes de la derecha en confabulación con el “Opus Dei”.
La alianza no es homogénea en ideología, es el reflejo de una clase dominante patéticamente asustada por los problemas de gobernabilidad. El mejor liderazgo de la derecha sigue siendo el dictador Pinochet, lo que permite concluir que la esencia de la derecha es anti-democrática.

Porque es claro, la tecnocracia piñerista ha sido incapaz de gobernar y ha sobrecalentado el escenario político en diversas materias, de ahí que constantemente los empresarios salgan en los medios exigiendo al gobierno no tomar rumbos contradictorios hacia su ideología, lo que genera una crisis de legitimidad en las propias filas de la alianza que profundiza el rechazo al gobierno inclusive en los sectores acomodados del país, provocando un aumento del desorden interno y gruesos errores tácticos que la tecnocracia es incapaz de resolver. Hay casos determinantes, por ejemplo, los desalojos en ambos congresos, el primero en Valparaíso con gran violencia policial y conflictos serios entre parlamentarios y gobierno, el segundo en una sesión del senado y el ministro Bulnes “funado” por activistas, lo que terminó en cuestionamientos al presidente del senado por parte del gobierno por no usar las fuerzas especiales para normalizar la sesión, cuestión que escaló rápidamente en declaraciones del oficialismo que rayan en la inconstitucionalidad al cuestionar la independencia de los poderes del estado, situación vivida antes en el cuestionamiento del gobierno al poder judicial.
En el ámbito económico, la agenda del ministerio de obras públicas contempla un plan de 120 obras de carácter regional (que habrá que esperar para analizar), una vuelta a las concesiones privatizadoras por cerca de 8 mil millones y un programa de embalses destinado a la recuperación de aguas que actualmente se pierde en el orden del 84% en el país pese a graves y crecientes niveles de desertificación (sobre el 7% anual). Todas estas medidas estan abaladas bajo el discurso mediatico de la crisis por la falta de agua, especialmente en el norte del país, sin embargo existe un aspecto poco señalado por las autoridades y es el hecho de que toda el agua que se pretende recuperar o “dejar de perder” no es precisamente para el aprobechamiento de la población, sinó para la continuidad del modelo económico, es decir, se requiere agua, es verdad, pero para que las empresas puedan seguir obteniendo frutos a través de su utilización y no para que las personas afectadas por la sequía puedan mejorar sus condiciones de vida.

LA “OPOSICIÓN” CONCERTACIONISTA NEOLIBERAL

Como ya decíamos anteriormente, la oposición concertacionista, al igual que la derecha en el poder, disminuida y rechazada por una mayoría sorprendente según las encuestas, agrava su crisis cíclica con la definición de candidatos a las elecciones municipales, tratando de subsanar su retorcida imagen con primarias donde nuevamente se eligen entre ellos, al mismo tiempo que se preocupaban de “muñequear” la posibilidad de intervenir (al igual que el 2006 en la fracasada “revolución pingüina”) en el movimiento estudiantil, colgándose del apoyo popular por parte del pueblo hacia el movimiento y haciendo caso omiso a su propia historia en la profundización del modelo educativo.
Carentes de apoyo popular los partidos empresa en que se convirtieron las orgánicas de la concertación, son incapaces de resolver los conflictos al interior de las cúpulas, es así que se visualiza una próxima refundación urgente o las grietas terminales pasarán la cuenta, situación que comienza a concretarse en la lucha de diversas posiciones al interior, generándose al menos 3 o 4 posibilidades de refundar, ampliar o sencillamente reventar la concertación. Hoy se vislumbran movidas del PPD-PS, los titubeos de la DC con posibilidades de profundizar su derechización abre la perspectiva de reacomodos sorprendentes, o mejor dicho, se abre la posibilidad de develar los verdaderos intereses históricos de los partidos de centro en Chile de la mano con las clases dominantes. Aunque por ahora es claro que un giro hacia la izquierda tradicional es un objetivo táctico, el PC y el MAS son una posibilidad concreta que ya se trabaja en regiones, más aún, si no despega candidato alguno pesará el slogan de “unidad para derrotar a la derecha”.
En este sentido, Bachelet podría ser la posible candidata incuestionable por parte de la concertación, ya que la ciudadanía ve en su imagen maternal la respuesta del desequilibrio causado por un padre que no sabe escuchar lo que la familia quiere. Lo que no sabe la gran mayoría del pueblo, es que Piñera y Bachelet son integrantes de un mismo matrimonio, cuál de los dos más populista. Pero Bachelet es la candidata para recuperar esa legitimidad perdida, fenómeno que ya se dio en las urnas con la mayoría de las mujeres que se veían encarnadas en la presidenta debido a los largos años de patriarcado machista que aún persisten en Chile.

Aunque insistimos, si no hay liberación de clase, no existirá liberación de género.

Pero la grieta social ya está abierta, ha calado hondo y no cerrará fácilmente o por arte de magia, las viejas y conocidas maniobras de la Bachelet ya no serán soporte intocable para el estallido social en ciernes.

LA IZQUIERDA TRADICIONAL Y EL REPETIDO CUENTO DE REVOLUCIÓN SOCIAL

El PC cada vez más sistémico e incapaz de dar propuestas concretas para impulsar un bloque a la izquierda de la concertación, también se sume en el descrédito por parte de la población y el movimiento estudiantil, se mueve de forma urgente sumando alianzas con el MAS y buscando acuerdos sociales que potencien su capacidad de freno a la movilización popular y estabilicen la institucionalidad, de manera de lograr capacidad de maniobras a cambio de gobernabilidad.

La conducción del movimiento estudiantil ha estado caracterizada por un leve vuelco a la izquierda un tanto más radical, esto producto de las bases universitarias a las cuales el PC no ha querido traicionar aún por estar en un proceso de legitimación de la concertación como alternativa de izquierda, lo que le permitiría vencer en las elecciones, pero lo que no significa una honestidad y transparencia política hacia el movimiento social. Dentro de esto, la asamblea coordinadora de estudiantes secundarios (ACES) ha representado con más fidelidad a la izquierda consecuente con las demandas populares, cuestión que ha significado un peligro para la CONFECH debido a la propuesta reformista que hay de fondo. No hay que ser ingenuos, no conviene solucionar problemas sin obtener victorias políticas para sí en vez de impulsar el fortalecimiento del movimiento social.
La dirigente estudiantil Camila Vallejos, alcanzó niveles de popularidad inimaginables, la postura “consecuente” mencionada anteriormente, fue en busca de la capitalización de frutos propios para el PC y la concertación. Se repite la historia, la imagen femenina de “mujer moderna” cautivó a muchos, sobretodo cuando la estética, en una sociedad sin identidad cultural, vale más que la consecuencia política con el pueblo en su conjunto.
En la actualidad, la nueva dirigencia encabezada por Gabriel Boric, de la izquierda pseudo-revolucionaria, continuará con las posturas conciliadoras de clase, planteando implícitamente la revolución por etapas que rechazamos tajantemente, por ser inviable en Latinoamérica donde a través de ella se ha llevado a la burguesía al poder.
Queda claro que los distintos grupúsculos han preferido capitalizar frutos propios en beneficio de sí mismos en vez de crear un bloque que aúne a las perspectivas revolucionarias, la coyuntura, como dijimos anteriormente, hizo creer a muchos que contaban con la fuerza para enfrentar la cuestión del poder por sí mismos.

LA IZQUIERDA ATOLONDRADA Y LAS TAREAS URGENTES DE LOS REVOLUCIONARIOS

Tan así es el panorama que la izquierda más desconfiada y supuestamente radical (o anti-sistémica podría ser más correcto) se mantiene retozada en una diáspora de micro-orgánicas soberbias, no logra saltar a la macro-política, no logra comprender el magno espacio de la política, exacerba el mito y el dogma, una especie de liturgia resistente y agitativa sin propuestas organizativas, no logra sacudirse de la influencia de las corrientes postmodernistas que han mutilado su vocación de poder en las últimas décadas, reavivando el oportunismo, los caudillismos y eternizando los negocios personales de quienes más encima realizan “críticas constructivas” concernientes a la política y moral revolucionaria, a través de una pose o estética seudo-revolucionaria, incorporando discursos que bordean en el anarquismo, justificando la banalidad, el voluntarismo y por ende el descompromiso militante.
Recordemos que las grandes movilizaciones comienzan con la convocatoria en el plano medioambiental y el proyecto Hidroaysén, pero que en el seno de estas convocatorias se encuentran decenas de demandas o reivindicaciones que en definitiva terminaron conducidas por los llamados transversales de secundarios y universitarios, que han convocado a más de 100 jornadas de protesta nacional y varios intentos de paro nacional con el apoyo de la CUT y sectores gremiales. Incorporándose sectores obreros y la participación de pobladores, en un hecho relevante tras dos décadas de cooptación y clientelismo en los barrios y territorios populares, donde los partidos políticos parlamentarios se imponen con medidas populistas y de falsa representatividad para lograr la mayoría en las urnas electorales.
Lamentablemente, pese al nuevo escenario y por cierto promisorio, de la agitación creciente, de las multitudinarias movilizaciones, de la incorporación y coordinación de múltiples sectores sociales, la izquierda revolucionaria sigue incapaz de levantar un proyecto democrático revolucionario que se exprese en la macro política y la lucha callejera (aún influenciada por el lumpen y sectores anarquistas) sigue como ya a fines de los 80 señalábamos como “un desgaste sin darle atención al anclaje orgánico en sectores sociales estratégicos y más aún no hemos salido del atolladero político, careciendo de direccionalidad, planificación y perseverancia, es decir, seguimos deficitarios en la relación con el pueblo y carentes de un proyecto político a largo plazo”. Sin titubeo diríamos que acertamos muchas veces al análisis, pero no lo plasmamos en la política concreta, en sectores sociales concretos y menos desde una perspectiva estratégica.

Por otro lado, la verborrea de la “unidad” es tradicional dentro de la izquierda, pero seamos claros, no puede haber unidad sin claridad política, ya que nunca lo cuantitativo presupone un éxito en la calidad del partido revolucionario, es más, muchas veces lo perjudica al integrar individuos provenientes de la pequeña burguesía que no cuentan con una conciencia de clase combativa. Hoy, los fragmentos miristas se encuentran en todos lados, cada uno con su orgánica propia, o en los actos conmemorativos, quien más “pecho hinchado” por un pasado “glorioso”, cual apología griega a sí mismos y a la historia de la resistencia como nostalgia eterna.
Seguimos creyendo en la nueva generación para la continuidad del proyecto revolucionario en Chile, seguimos forjando la corriente de pensamiento que de una vez por todas supere los avatares y el circo ideológico en la reconstrucción del mirismo.
Creemos que la matriz cultural, está en la juventud denodada, que con el ejemplo de Paine, Miguel, los hermanos Vergara y tantos otros, reconstruye en cada territorio, en cada población, liceo y universidad, la identidad de clase del pueblo pobre fuera de todo sesgo o desviación ideológica de los que ya hicieron su gran aporte en décadas pasadas. Aprendemos del ejemplo de la historia, para no “tropezar con la misma piedra” y para proyectar el futuro.

Porque como dijera el Che, no se vive celebrando victorias, sino superando derrotas.

Lo claro es que el 2011 ha abierto una nueva dinámica social que puede reactivar un nuevo período de luchas populares, que sin lugar a dudas quebrarían el cuadro señalado como estabilización de la lucha de clases, pudiendo abrir un nuevo período de enfrentamiento que abre la sintética eventualidad de un cuestionamiento integral al modelo y el “establishment”, que dependerá proporcionalmente a la capacidad de maniobra del campo popular y la corriente democrática revolucionaria en alianza veraz con la diversidad del movimiento social y su infinidad de reivindicaciones, que deben necesariamente plasmarse en un proyecto político emergente capaz de cambiar la correlación de fuerzas hoy existente, concibiendo la legitimidad de cada una de las expresiones anti sistémicas, en el concierto de una radicalidad real urgente, maciza y concisa.


DIRECCIÓN ZONAL SUR 
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
MIR

martes, 25 de octubre de 2011

Tesis sobre ETA

"El marxismo, la menos dogmática y la menos formal de las doctrinas, en cuyo marco de generalizaciones resaltan la carne viva y la sangre caliente de las luchas sociales y de sus pasiones."

Trotsky 1915

"Es cierto que prever significa únicamente ver claro el presente y el pasado en tanto que movimiento. Ver claro: esto es, identificar con exactitud los elementos fundamentales y permanentes del proceso. Pero es absurdo pensar en una previsión puramente “objetiva” (…) Sólo aquél que quiere con fuerza identifica los elementos necesarios para la realización de su voluntad."

Gramsci 1924

"Ellos lucharon, fracasaron, lucharon de nuevo, fracasaron de nuevo, volvieron a luchar; acumularon una experiencia de 109 años, una experiencia de centenares de luchas, grandes y pequeñas, militares y políticas, económicas y culturales, con o sin derramamiento de sangre, y sólo entonces obtuvieron la victoria fundamental de hoy. Estas son las condiciones morales, sin las cuales la revolución no habría podido triunfar."

Mao 1949

  1. El comunicado de ETA del pasado jueves 20 de octubre, que anunciaba el cese definitivo de su accionar armado, confirma de nuevo que ETA es una organización política clandestina que por circunstancias obvias se vio en la necesidad de recurrir a la violencia defensiva táctica, a la lucha armada. Que ETA es una organización política ha sido reconocido por comentaristas españoles y por los sucesivos gobiernos del Estado español que han conversado y negociado con ella. Se ha reconocido también que su influencia política no ha desaparecido en los momentos de tregua o de cualquier otra forma de cese transitorio de su acción armada, sino que se ha plasmado de otra manera, con otras expresiones. La naturaleza política de ETA se inscribe de pleno dentro de la tradición marxista que siempre ha insistido en la dialéctica entre los objetivos históricos, la estrategia adecuada para alcanzarlos en cada fase y contexto de lucha, y las adecuaciones tácticas que deben implementarse dentro de la estrategia según varían las coyunturas y circunstancias. No sólo la larga historia de ETA sino también la corta historia previa de EKIN e incluso, apurando el análisis, el prolongado proceso de lenta confluencia entrecortada y abortada por las dictaduras de 1923-1931 y de 1936 en adelante, entre diferentes corrientes marxistas, socialistas, nacionalistas e independentistas vascas, este proceso decisivo para entender el surgimiento y la fuerza de masas de ETA también se realizó según la dialéctica entre los fines y los medios, siempre dentro de los cambios forzados por las innovaciones represivas de los sucesivos gobiernos españoles.
  2. No hace falta insistir que en semejante interacción permanente de fuerzas, el azar juega un papel mayor o menor dependiendo de menor o mayor acierto estratégico y teórico de la izquierda revolucionaria. En este sentido, es innegable la capacidad del «fenómeno ETA» para superar todas las adversidades y contingencias. No podemos entender esta permanencia si utilizamos definiciones mecánicas, no dialécticas. Hay que entender a ETA como una doble realidad: por un lado, ETA «como mucho más que ETA», es decir, como un complejo y enrevesado movimiento de (re)construcción nacional vasca que se sostiene pese a todo desde finales de la década de 1950 y, por otro lado, «como muchas ETA» que van apareciendo y desapareciendo en el tiempo pero manteniendo una continuidad coherente basada en la lucha por unos objetivos irrenunciables y elementales. Lo que conecta a los dos componentes de esta realidad histórica es la incuestionable legitimidad del independentismo vasco sostenida a pesar de todas las represiones, equivocaciones y escisiones sufridas. Apurando un poco, podríamos decir que ETA es como el río de Heráclito que es y no es, que permanece a pesar de que siempre cambia. Y esta innegable realidad histórica es incomprensible para el mecanicismo formalista del pensamiento dominante.
  3. Un pensamiento dominante que en un principio y durante años afirmó la derrota inmediata y definitiva extinción de ETA; que más tarde afirmó que su desaparición estaba al borde de producirse, y que ahora sostiene triunfante que por fin ETA ha sido derrotada. El río que siempre fluye, que nunca es el mismo pero que permanece, que está y no está, sigue rompiendo los esquemas mentales dominantes, al sobreponerse ETA a los sucesivos sistemas represivos españoles, con sus doctrinas, estrategias y tácticas, superación perceptible a medio y largo plazo, pero no exenta de errores, estancamientos y momentos de crisis. El Estado es el centralizador estratégico de las tácticas represivas en aras de garantizar los objetivos del capital: su acumulación ampliada. Cuando es un Estado nacionalmente opresor, la centralidad estratégica de las represiones adquiere más importancia que cuando no oprime a otro u otros pueblos. En la primera situación, la española y la francesa, la centralidad represiva es muy superior a la segunda, aunque ella no niega la existencia de represiones concretas que tienen autonomía relativa, tanta autonomía aparente que muchos intelectuales terminan creyendo que el Estado ha desaparecido. Pero la realidad es tozuda y siempre termina imponiéndose, sobre todo cuando se constata el avance de la lucha independentista de los pueblos y cuando la crisis del capital obliga al Estado a intervenir crudamente.
  4. La evolución de ETA ha estado influenciada, además de por la represión, también por las dos grandes crisis económicas del capital, la iniciada en 1968-1973 y la iniciada en 2007, y por la crisis de la izquierda internacional agudizada por la contraofensiva neoliberal exacerbada desde la década de 1980. Ha sido una influencia directa en el quíntuple sentido de, uno, el golpe asestado a la vertebración obrero-fabril industrial clásico del pueblo trabajador durante la falsa «reconversión industrial»; dos, la derrota de las luchas armadas en el centro del imperialismo y su evolución en los pueblos oprimidos; tres, la implosión de la URSS y de su bloque con el desprestigio de su «socialismo»; cuatro, los efectos sociales del boom financiero e inmobiliario, del dinero barato, del consumo fácil, de las modas postmodernas y postmarxistas e individualistas, del apoliticismo guay, etc.; y, cinco, la sobrecogedora irrupción de la crisis actual en 2007, con su gravedad aún no asimilada teórica y políticamente en todas sus consecuencias por parte de la izquierda abertzale, a pesar de las tres huelgas generales y de la áspera y creciente lucha de clases que se libra en nuestra nación.
  5. Pero además de los desgastes producidos por la represión siempre actualizada y por los efectos de las crisis, también han presionado sobre ETA los mecanismos de alienación y absorción inherentes al orden capitalista en cuanto tal, su «coerción sorda» y la capacidad de este sistema para invertir y ocultar la estructura explotadora, presentando las causas como efectos y estos como aquellas. El capital es un sistema de relaciones sociales de explotación que se invisibiliza a sí mismo y que se refuerza a sí mismo subsumiendo al trabajo en su egoísta e individualista lógica del máximo beneficio cuanto antes y sin reparar en consecuencias. Si bien la conciencia nacional de pueblo oprimido, que sabe y sufre el colaboracionismo de su burguesía con el Estado, actúa como relativo contrapeso del fetichismo, siendo esto verdad, tampoco hay que sobrevalorar su efectividad emancipadora. Los tres grandes problemas que afectan a ETA y a la izquierda abertzale en su conjunto, así como al proceso ascendente que va del autonomismo crítico, al soberanismo y al independentismo socialista son represión, crisis y fetichismo, porque al formar una sinergia multiplican su efecto paralizante y hasta reaccionario, unionista y nacionalista español y francés.
  6. Partiendo de esta realidad, el marco teórico sintetizado en las tres citas arriba expuestas nos permite comprender tanto la evolución de ETA como, a una escala mayor, la del pueblo trabajador desde su formación en la fase industrial del capitalismo vasco a finales del siglo XIX. Es así porque las tres versan sobre dos componentes insustituibles del marxismo como praxis de la revolución: por un lado, la dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo, y, por otro lado, la importancia clave de la ética socialista como fuerza material que se plasma en el proceso histórico. Entre otros y otras muchas marxistas, Trotsky, Gramsci y Mao vuelven a incidir en diversos tiempos y espacios en que, a lo largo de los decenios de lucha, la subjetividad, la decisión lúcida y crítica, y la voluntad de vencer, reforzada generación tras generación, actúan como fuerzas políticas física, materiales, tangibles, al margen de las tácticas violentas o pacíficas -formas diferentes de violencia y de paz, etcétera- que se adopten en cada período. Sin duda, la ética socialista se revela más fácilmente como fuerza de emancipación en las largas luchas sociales, sobre todo de liberación nacional de clase y de sexo-género, que en las relativamente cortas fases y ondas de lucha de clases en su orientación exclusivamente economicista y sindical, no política en el sentido decisivo de toma del poder. Aquí, la cita de Mao es más apropiada para la experiencia vasca en general y de ETA en particular.
  7. Con esto no negamos la importancia decisiva de otras aportaciones marxistas. En cuanto teoría matriz, el marxismo llega al secreto de las múltiples explotaciones descubriendo cómo nacen y se desenvuelven, cómo crecen e interactúan, surgiendo imperceptiblemente desde las contradicciones esenciales del capital, desde su identidad genético-estructural; y explica además cómo esta expansión creciente de las opresiones diferenciadas en sus formas externas se complejiza aún más con el desarrollo desigual de lo histórico-genético. Como teoría matriz, el marxismo explica que el desarrollo desigual de las luchas, desigualdad que debe ser asumida sobre todo en su contenido de liberación nacional de clase y de sexo-género, siempre nos remite a una escala más amplia, la del desarrollo combinado de la lucha mundial entre el capital y el trabajo. La dialéctica entre estos dos niveles unidos en el interior a la totalidad debe ser teorizada, por un lado, mediante el internacionalismo proletario, hoy más necesario que nunca al ver cómo algunas izquierdas agotadas se pliegan a los dictados del capital mundializado; y, por otro lado, desde las experiencias propias de los pueblos trabajadores en su lucha por el socialismo y por su verdadera independencia. Ambas prácticas teóricas se basan sólo y exclusivamente en la praxis revolucionaria sostenida durante generaciones, a pesar de sus altibajos y derrotas.
  8. Deliberadamente, hemos llegado a uno de los puntos de reflexión que queríamos plantear: el del papel de la conciencia subjetiva de masas, de la voluntad de lucha de un pueblo nacionalmente oprimido y su entronque dentro del marxismo. La evolución de ETA y el comunicado del pasado 20 de octubre nos remiten a esta cuestión que, muy significativamente, ha marcado uno de los puntos de separación entre el independentismo socialista y el marxismo libresco y formal, antidialéctico. No vamos a rememorar aquí las causas de las sucesivas escisiones dentro de independentismo socialista que optaron por vías que de un modo u otro pasaban por la aceptación del marco estatal de resolución del conflicto provocado por la ocupación española de una parte de Euskal Herria. Por marco estatal de resolución entendemos la tesis que sostiene que el futuro libre de Hego Euskal Herria sólo es posible dentro de un Estado español federal o confederal, pero Estado español en definitiva.
  9. En otros textos hemos defendido la existencia de un «marxismo español» incapaz de romper su dependencia ontológica, epistemológica y axiológica con y del marco de acumulación de capital que es la «nación española» y no vamos a extendernos ahora. Lo que sí debemos repetir aquí es que ese marco estato-nacional burgués tiene una quiebra interna que va agudizándose, o que permanece bullente en el subsuelo, con la mundialización de la ley del valor-trabajo y con la concentración, centralización y perecuación de capitales dentro de la Unión Europea: nos referimos a la quiebra, a la sima abisal creada al conjugarse la debilidad de una burguesía que no se atrevió a realizar su revolución político-económica, agraria y antifeudal, cultural y educativa, militar y de integración no mayoritariamente violenta, con las dinámicas desestabilizadoras que tienden a surgir de las entrañas de la contradicción expansivo-constrictiva inherente a la definición simple de capital. Esta contradicción es la base de la territorialización del Estado-nación burgués como espacio centrípeto de acumulación geográficamente demarcado y cada vez más sometido a las fuerzas centrífugas de la mundialización.
  10. Pues bien, ETA, como expresión y síntesis de la larga lucha del pueblo trabajador vasco, se mueve en parámetros cualitativamente diferentes a los del «marxismo español», ya que lo que plantea es, en primer y decisivo lugar, la independencia estatal de Euskal Herria, asumiendo, además, que el mismo derecho lo tienen el resto de naciones y pueblos dominados por el imperialismo español. Desde una perspectiva marxista, quiere esto decir que la libertad de los pueblos y la emancipación de las clases explotadas sólo pueden conseguirse mediante la extinción histórica del Estado español en cuanto espacio material y simbólico de acumulación de capital y, por ello, de desarrollo de la ley del valor-trabajo relativamente controlado por la clase dominante, por la burguesía española. Dado que el Estado es la forma política del capital geográficamente localizado, por eso mismo, la emancipación del trabajo -en su triple expresión de sexo-género, de nación y de clase- es inseparable de la extinción del Estado.
  11. Más aún, en la situación vasca, el derecho a la independencia aparece ya como la necesidad de un Estado independiente. La dialéctica entre derecho y necesidad está sujeta a la agudización de las contradicciones, de manera que el derecho, cualquier derecho, se transforma en necesidad urgente de realizarlo, de practicar ese derecho, conforme la opresión que lo niega se ha endurecido a tal extremo que pone en riesgo la supervivencia del colectivo que tiene ese derecho, aunque no sea reconocido, aunque sea negado. El derecho a la huelga, por ejemplo, pasa a ser necesidad imperiosa de hacer huelga cuando la patronal endurece sus agresiones y el derecho/necesidad de huelga se transforma en necesidad de ocupar la fábrica, recuperándola para la clase obrera, cuando la patronal quiere cerrarla definitivamente. En esencia, lo mismo sucede con el derecho de autodeterminación: pasa a ser necesidad cuando el pueblo negado de ese derecho elemental comprende que sin su ejercicio se multiplican las explotaciones que sufre. Y el derecho/necesidad de autodeterminación salta a necesidad de la independencia estatal cuando el contexto entero presiona hacia esa dirección.
  12. Lo que bulle debajo del derecho/necesidad a la independencia, como a la recuperación de una fábrica, o a impedir que un banco expulse de su domicilio a una familia obrera, o el derecho/necesidad al aborto consciente, libre y gratuito, etcétera, no es otra cosa que la lucha contra la propiedad privada. La burguesía española es ahora propietaria del Pueblo Vasco y del resto de naciones que ocupa y explota, al igual que es propietaria de las fuerzas productivas y propietaria de las mercancías fabricadas por la clase trabajadora; de la misma forma que el hombre es propietario de la mujer y el imperialismo es propietario de medio mundo. Pues bien, la independencia en su sentido pleno, socialista, significa la expropiación del expropiador, la recuperación de la nación por el pueblo oprimido, al igual que, a otra escala, la clase obrera recupera su fábrica, la mujer recupera su cuerpo y la familia recupera su domicilio al impedir el desahucio por el banco, desahucio ejecutado gracias al derecho burgués a la propiedad privada, derecho garantizado y aplicado por sus fuerzas represivas y su judicatura.
  13. El ascenso del derecho en abstracto a la necesidad concreta e imperiosa se realiza sólo mediante la lucha revolucionaria como síntesis suprema de un sin fin de otras luchas colectivas e individuales más superficiales aunque siempre importantes. La lucha revolucionaria es radical porque va a la raíz, a la recuperación de la propiedad colectiva, pública, estatal, comunal y a la construcción del poder popular, del Estado propio: propiedad colectiva y poder popular, he aquí la raíz. Solamente la experiencia adquirida en las luchas parciales y sectoriales puede sentar la base teórica y política para ir confluyendo en la lucha revolucionaria dirigida a la raíz. Y en esa dinámica ascendente los sectores menos concienciados, que se limitan a la reivindicación del derecho abstracto, van avanzando con más o menos dificultades a la conciencia política de la necesidad de la independencia, de la urgencia de dejar de ser un objeto pasivo propiedad de la burguesía a llegar a ser un sujeto activo propietario de sí mismo. Naturalmente, este avance es permanentemente obstruido por un sin fin de fuerzas contrarias que buscan asegurar la dominación española, de modo que en absoluto se trata de un ascenso lineal y predeterminado, sino de una lucha que puede concluir en derrota.
  14. Como organización política, ETA ha sido muy consciente de este ascenso de la abstracción democraticista, necesaria en sí misma como base de inicio, a la conciencia concreta de la necesidad de la independencia. Un momento importante en ese ascenso está siendo el salto del autonomismo al soberanismo como antesala del independentismo. Ahora esos tres niveles generales, surcados cada uno de ellos por graduaciones específicas, se expresan ya en Bildu y tienden a expresarse en Amaiur, como muestra del ascenso en la movilización democrático-institucional popular y de masas. Pero este logro venía ya anunciado, además de por múltiples prácticas, por la creciente voluntad de participación a varios niveles en los sucesivos períodos de contacto, conversación y negociación entre ETA y los gobiernos españoles, y entre la izquierda abertzale y otras fuerzas sociopolíticas, sindicales y populares con representantes de esos gobiernos. Y por no extendernos, otro ejemplo es la efectividad con la que la izquierda abertzale y ETA han ido superando los cada vez más duros sistemas represivos.
  15. El paso del derecho a la necesidad se plasma, fundamentalmente, en la decisión de romper amarras conceptuales, no sólo materiales, con la lógica estatalista del pensamiento español y francés que actúa como un agujero negro, que todo lo engulle y pulveriza. Una vez constatada la suficiente acumulación crítica de iniciativa popular y social capaz de acelerar, extender e intensificar la conciencia de la necesidad del Estado independiente, una vez llegados a esta fase, la organización política ETA pone en marcha una decisión ya teorizada como posible desde hace mucho tiempo y vista como cada vez más probable conforme se materializa el avance popular. El comunicado del 20 de octubre oficializa esa transformación nueva de un proceso de liberación que siempre cambia reforzando su permanencia. Insistimos en que el mecanicismo es incapaz de entender esta dialéctica del movimiento. Si por un instante recurriésemos al individualismo metodológico burgués, diríamos que de la misma forma en que en cada crisis determinados marxistas individuales han desatado el nudo gordiano que les ataba al pasado volviendo a la dialéctica, lo mismo ha sucedido varias veces en la historia de ETA: recordemos, por ejemplo, a Txabi Etxebarrieta y Argala y sobre todo a muchísimos militantes anónimos, imprescindibles héroes desconocidos. Pero como una de las características de la izquierda abertzale es su pensamiento colectivo, decimos que la dialéctica del movimiento se expresa en la praxis de decenas y decenas de miles de personas.
  16. Ahora bien, por cuanto movimiento, la dialéctica de los contrarios aparece al desnudo, y eso es muy bueno porque descubre los riesgos y peligros, y los errores. Aquí sólo podemos reflexionar sobre cuatro. Uno es el retroceso en la formación intelectual, teórica, de la militancia abertzale. Siempre el pensamiento va por detrás del cambio de lo real, pero el pensamiento ha de intentar que esa distancia sea lo más pequeña posible y, sobre todo, ha de intentar descubrir la tendencia evolutiva de las contradicciones, para lograr incidir sobre ellas. En momentos de crisis como el actual, prever las tendencias es decisivo, más si cabe cuando la conciencia de la necesidad de un Estado independiente se sigue asentado más que todo sobre deseos y anhelos. El deseo llega a ser una fuerza revolucionaria objetiva, como hemos visto en las tres citas anteriores, pero su efectividad emancipadora se asienta sobre el conocimiento teórico de lo real, de lo contrario, el deseo suele terminar en la decepción.
  17. Otro riesgo, el segundo, nace del anterior y concierne a la urgencia de argumentar la viabilidad de un Estado vasco como piedra angular del independentismo en el largo contexto mundial determinado por la actual crisis. Se avanza despacio en este asunto, aun sabiendo, a grandes rasgos, su factibilidad. Superar los dañinos efectos de varias modas ideológicas ya destrozadas por la objetividad del capital en crisis, es tanto más urgente cuanto que, todavía, sectores del pueblo trabajador y de su juventud, sectores de la militancia abertzale, muchos sectores del soberanismo y autonomismo critico, de las fuerzas democráticas, y el grueso de la casta académica, siguen parcial o totalmente bajo los influjos adormecedores de esas obsoletas mercancías intelectuales de usar y tirar. Si bien se multiplican los esfuerzos para acortar la distancia entre la crisis y el pensamiento, aún no hemos salido de la zona de peligro que puede agrandarse por nuestros errores, volviendo a aumentar la distancia entre la evolución de lo real y nuestro lento deseo.
  18. El tercer riesgo no es otro que menospreciar la fuerza paralizante y ordenancista del capital en sí, con sus recursos casi infinitos. Si hablar siempre de burguesía es hablar de Estado y de clases explotadas, de su composición interna, ahora es vitalmente urgente conocer qué es y cómo se expresa el pueblo trabajador, las «grandes masas explotadas», en la terminología de Rosa Luxemburg. La recuperación del concepto de pueblo trabajador y su aplicación a la realidad del capitalismo vasco de finales de los años 60 fue uno de los aciertos decisivos de ETA. La ficción e irrealidad de un supuesto «capitalismo sin crisis», de la «nueva economía», etc., arrinconaron este concepto hasta casi olvidarlo. Pero la realidad es terca y no se puede ocultar por mucho tiempo la objetividad de la explotación. Conocer con suficiente rigor las distintas fracciones y sectores, capas y estratos internos del pueblo trabajador actual es imprescindible para realizar una política acertada de aglutinación de fuerzas, de alianzas con la genéricamente denominada «clase media», con la vieja y nueva pequeña burguesía. Son estas preocupaciones permanentes en la historia de ETA que en estos momentos vuelven a mostrar su decisiva influencia.
  19. Y el cuarto y último riesgo es el menospreciar la fuerza de recuperación del nacionalismo imperialista español y francés. La dinámica abertzale orientada hacia la creación de un Estado propio, que puede y debe llegar incluso al momento crítico de una declaración de independencia nacional al margen de las instituciones españolas tal cual existan en ese momento, sean republicanas o monárquicas, debe tener muy en cuenta que hace tiempo que hemos entrado en la fase de lucha entre modelos opuestos de identidad nacional. Los cantos de sirena de que se puede ser a la vez vasco, español y europeo han sido silenciados por la estruendosa devastación de la crisis estructural, civilizacional, de larga duración que afecta absolutamente a toda la realidad humana y a sus sentimientos más personales e íntimos. En este nuevo contexto que se impone con la inmisericorde fiereza de las leyes de la acumulación, la (re)creación de una identidad vasca progresista, solidaria e incluyente, que busca ser una fuerza emancipadora en un mundo en lucha contra la barbarie y el caos imperialista, esta identidad es una fuerza de liberación imprescindible.
  20. ETA, como proceso histórico complejo pero activo y actual, permanente, ha sido y es el factor decisivo para la supervivencia del Pueblo Vasco, aunque no actúe con las armas. Y esto es así porque su simbología referencial ha penetrado tanto en el movimiento del Pueblo Vasco que ya es el componente basal de su (re)creación para enfrentarse victoriosamente a la larga fase histórica de malvivencia en un capitalismo que perdurará en la medida en que se lo permitamos. La independencia socialista, que es otra de las decisivas creaciones praxeológicas de ETA, está hoy más vigente que nunca antes, y que lo esté menos que mañana depende de todas y todos.

Iñaki Gil de San Vicente

Euskal Herria, 24 de octubre de 2011

Fuente: Boltxe kolektiboa

domingo, 28 de agosto de 2011

Movilizaciones estudiantiles: anticipando el futuro

Escrito por Rafael Agacino*

La masividad de las últimas marchas estudiantiles ha sido un fenómeno explosivo e inesperado ¿Qué explica dicha masividad? ¿Qué particularidad tiene este conflicto estudiantil?

Son las interrogantes de estos días. Muchos intentamos interpretar este fenómeno y creo se converge hacia un relativo consenso que considera este conflicto como continuidad de un proceso que se ha venido desencadenado espasmódicamente desde hace algunos años; que hay un “hilo rojinegro” (broma) que lo entreteje, en particular en el caso de las movilizaciones de los estudiantes secundarios.

Hay dos momentos con características similares que anteceden al actual: el “mochilazo” del 2001 y la “revolución pingüina” del 2006. En primer lugar, ambos son procesos inadvertidos por las organizaciones políticas y por el Estado; surgen de improviso y todas las instituciones, incluida la izquierda institucional, sea republicana o reformista, reaccionan ex post y a tientas tal y como le sucede ahora a un gobierno desorientado e inexperto. En segundo lugar, enarbolan prácticamente las mismas demandas aunque ahora profundizadas y en choque frontal con el modelo educacional y con el propio orden económico social. La demanda por el pase escolar del “mochilazo” se acopla a la exigencia del fin del lucro como ya lo habían puesto en el tapete los secundarios el 2006, y ambas se resignifican hoy al elaborarse con una sencillez asombrosa una profunda crítica a las bases mismas del modelo educacional y a la racionalidad con que se construyó y funciona el “Chile realmente existente”.... Por ello, de súbito, ya es casi sentido común y a nadie escandaliza, demandar la re-nacionalización del cobre, la reforma tributaria, la des municipalización sin privatización. Y finalmente, como tercera característica de importancia central, el movimiento ha preservado e incluso desarrollado ciertas formas organizativas – vocerías, revocabilidad de los dirigentes, soberanía de las asambleas, etc. - expresivas de un potencial de radicalidad democrática y autonomía poco conocido en el campo de la acción social y política chilena.

Si uno trata de dar mayor sentido a estas líneas de continuidad, la pregunta más precisa es: ¿Cómo caracterizar esta movilización social que ocurre en un contexto de crecimiento económico, en ausencia de desempleo masivo, de bajas salariales o de una situación de pobreza masiva y creciente? Lo que hay es una explosión en otras condiciones: en condiciones de inclusión social; no se trata de las masas menesterosas clamando por pan; no se trata de “marchas del hambre” como en los años setenta y ochenta. La derecha neoliberal, apelando a su batería teórica fundada en el individualismo hedonista, ha caracterizado la situación asemejándola a una crisis de expectativas. En su versión más vulgar, se trataría de un malestar de los sectores “aspiracionales” que por pura envidia frente a los exitosos, reaccionan con la protesta. Más allá de su evidente superficialidad, este razonamiento, sin embargo, puede revelar una tensión social más estructural propia del neoliberalismo maduro: un malestar expresivo de las dificultades objetivas que ciertos sectores sociales recurrentemente enfrentan para sostener en el tiempo sus condiciones de vida, o bien, porque todos o parte de ellos, tal vez los más ilustrados, toman conciencia de los perversos resultados de largo plazo del modo de vida proclamado por el neoliberalismo. En efecto, es el propio funcionamiento del modelo – no su colapso- el que muestra que los logros se vuelven ficticios, vacios y tóxicos, pues el presente se ha vuelto precario y el futuro una hipoteca.

Desde este punto de vista, las casi cuatro décadas de neoliberalismo en Chile, ya muestran crecientemente y en muchos planos, las limitaciones propias del modelo; las tensiones se perciben como resultados de reformas realizadas y maduras y no como reformas pendientes. Así con la educación, la salud, la previsión, la vivienda, la cuestión urbana, el transporte…. Las fisuras de un modelo que no puede resolver los problemas que “la gente” empieza a sufrir y frente a los cuales, tarde o temprano, ella misma deberá obligadamente pronunciarse.

Por otra parte y en conexión con la composición del activo social, una característica sobre la cual hay que poner atención, es que las franjas participantes o de apoyo han sido “educadas” bajo el neoliberalismo y por tanto permeadas por una cultura individualista. El mismo movimiento contiene en su interior contrafuerzas gravitantes que eventualmente pueden limitar su constitución y desarrollo. Dichas contrafuerzas comparten el malestar masivo pero sin compartir necesariamente la disposición y voluntad requeridas para la conformación de un sujeto social colectivo. ¿Qué efectos prácticos puede implicar esto? Que si a los estudiantes de los CFT, los IP o de Universidades Privadas que, salvo excepciones, no se han movilizado, se les condonan deudas u ofrecen otros beneficios, su posición puede pasar de un apoyo pasivo a una franca oposición manipulable por el poder. Hasta hoy el movimiento no ha avanzado sobre temas más complejos de la educación como el rol de un sistema nacional educacional en un país no desarrollado o sobre el carácter político-cultural de los contenidos educativos propiamente tales. Las demandas apuntan hasta ahora solo al entramado institucional buscando reformarlo para garantizar una “educación pública, gratuita y de calidad”. En ese contexto, la ausencia de un proyecto educacional para Chile, fortalece la capacidad de maniobra del gobierno y las clases dominantes por la vía del manejo distributivo de los recursos financieros –que los hay- y hace más vulnerable al movimiento estudiantil, sobre todo si la conjunción coyuntural de malestares que se expresa en la calle, carece de una identidad como fuerza social y programática. El movimiento tiene una cáscara colectiva pero no es aún un movimiento orgánicamente colectivo. Y ese es un problema crítico, por lo cual el desarrollo de la fuerza social y programática, incluida las tareas de formación política, son centrales.

Por último, creo que lo que no puede llamar a confusión, por lo menos a las franjas de la izquierda “desconfiada”, es suponer que este es un movimiento que clama por representación en la esfera de lo político. Toda la izquierda tradicional, republicana o reformista, así como la Concertación y sus derivados, así lo creen y afinan sus artes elaborando ardides para capturar el movimiento, para vehiculizarlo a la esfera de lo político-institucional, hasta domesticarlo o extinguirlo. Por el contrario, la izquierda desconfiada, cuyo objetivo estratégico es constituir un sujeto soberano y politizar lo social, más que preguntarse por las posibilidades de representación del movimiento, debe indagar sobre las potencialidades y posibilidades de auto-representación del mismo y su constitución como sujeto social y político. Y ahí es donde encontramos debilidades, como ya las hubo cuando estallaron las movilizaciones de los secundarios en el 2006 y las luchas de los sub contratistas al año siguiente, el 2007.

Así pues, a pesar de lo sorpresivo del estallido hay elementos de continuidad que deben escudriñarse para obtener una caracterización más precisa de este movimiento y de la propia sociedad chilena. Ello es imprescindible para la adopción de una táctica adecuada y no exagerar la nota respecto de las posibilidades tanto de la coyuntura como de la situación política en el marco del nuevo período que se abrió con el Gobierno de Piñera. Entendemos el estallido como síntoma de “algo”, un síntoma de este proceso de maduración del modelo que, entre otros, hace muy ostensible el problema de la desigualdad. Las contradicciones del modelo maduro no reclaman tácticas de resistencia sino tácticas de propuestas, de alternativas de acción social y política; la maduración de las contradicciones propias del modelo exige nuevas opciones. Si no captamos el sentido histórico de esta nueva fase en ciernes, toda la política y todas las orgánicas, se verán sorprendidas ya que precisamente por tratarse de un momento nuevo, no existen aún los recursos discursivos ni interpretativos adecuados, ni las capacidades sociales para integrarse naturalmente en esos movimientos y constituirse como fuerza política a la par que ellos mismos lo hacen.

¿Qué proyección política puede tener en el movimiento estudiantil?

Mirado desde una perspectiva auto emancipadora, es decir, teniendo en mente los esfuerzos por construir un sujeto soberano, una fuerza capaz de superar la idea de la política como un espacio institucional ad-hoc, separado de la sociedad y ejercido por “profesionales” en los cuales las masas deben depositar su representación, las luchas actuales son mucho más ricas que las de los años noventa y las de inicios del siglo XXI. No sólo son nueva escuela para grandes contingentes de jóvenes, sino también inauguran un período que obliga a sintetizar demandas, a elaborar propuestas, a imaginar proyectos; su constitución como fuerza social corre en paralelo a la constitución de fuerza teórico/programática, y por tanto, a su emergencia como una de las franjas de la futura fuerza política. El sujeto político colectivo se constituye en su vivir político propiamente tal y politiza lo social desplazando la política del espacio institucional al espacio de la sociedad; arrebata la política a los burócratas y la asume como su espacio de constitución vital. En un momento en que la política en su tradición liberal representativa, y los partidos que han vivido de ella, incluida por cierto la izquierda confiada, ostentan debilidades estructurales, se evidencian las potencialidades del momento histórico presente, potencialidades que pueden abrir paso a esa alternativa auto emancipadora.

La incomodidad del sistema político y sus funcionarios no deja de manifestarse frente al “desorden” que caracteriza al actual movimiento, por ejemplo, cuando el nuevo ministro de educación, Felipe Bulnes, reclama a los secundarios su falta de organización (convencional y burocratizada) y justifica así la imposibilidad del diálogo. Una lectura más atenta de la renuencia al diálogo por parte de los estudiantes, no hace sino revelar, especialmente en el movimiento secundario, que se ha procesado el nefasto impacto que provocó la burocratización del conflicto tal y como ocurrió con la mega Comisión de Bachelet, subterfugio que logró disipar la energía politizante del huracán pingüino y ganar un poco más de tiempo: casi cuatro años. Pero más allá de la experiencia y el aprendizaje de las franjas más inteligentes del movimiento – y la pausada constitución de una pequeña pero creciente masa crítica - emergen nuevas prácticas y concepciones de la política; éstas prácticas están sumergidas en dichas formas de acción social y emergen casi instintivamente. Desde esa perspectiva, no es sólo que el diálogo no funcione por la “crisis de representación” sino también porque el movimiento es renuente a las prácticas formales de la política e incluso a la representación misma como concepto de lo político. Entre líneas y en potencia se lee que la esterilidad de la política formal no solo deriva del desprestigio por la corrupción y el oportunismo de los “profesionales de la política”, sino de un sistema político representativo que -como concepto e institución e independientemente del binominalismo o de los procedimientos de inscripción y voto- ha sido hasta ahora impotente para procesar la vitalidad del movimiento. En el fondo, la incomodidad de Bulnes así como la manifestada episódicamente por la Concertación y por la propia izquierda confiada, deriva de las significativas tendencias autónomas que – aún latentes, es decir, no convertidas en fuerza colectiva propia y principal - ostenta el movimiento estudiantil, especialmente el activo secundario y el universitario regional.

En este sentido, la potencialidad del movimiento también se expresa en sus formas de organización que ponen el acento en la auto-representación y en diversas prácticas de radicalidad democrática. En muchos casos se trata de la eventual emergencia de una cierta “ética” que privilegia la existencia de lo colectivo, de la comunidad de voluntades, por sobre el impulso individualizante. Es la vieja escuela de la práctica que, bajo ciertas condiciones históricas, acuna sujetos y proyectos emancipadores. La larga épica obrera y popular, inspirada en el marxismo, en las ideas socialistas, libertarias, cristianas y otros idearios emancipadores, expresaron esta nueva ética de la humanidad como emplazamiento directo a la inhumanidad del capital. Las luchas de los desposeídos y explotados avanzaron desde las reivindicaciones salariales y de mejores condiciones de trabajo, hacia la demanda por la abolición del propio modo de vida capitalista. Este proyecto, provisto de un profundo contenido ético, se propuso también la emergencia de una humanidad nueva, artífice de su propia historia, dónde la realización colectiva fuera condición para la realización individual. Esta aspiración a una relación virtuosa entre individuo y colectivo, negada recurrentemente por el capitalismo y las experiencias estatalistas de inspiración socialista, se nos aparece como necesidad urgente frente a la dinámica del capital que nos arrastra al barranco, y está latente también en las prácticas emancipadoras de los movimientos actuales.

Las formas de organización en base a instancias de deliberación colectivas -aunque muchas veces parezcan ineficientes-, la idea del vocero como mero exponente de la voz común, la idea de un cuerpo colectivo que toma decisiones colectivas y por lo tanto “si erramos, erramos todos y si triunfamos, triunfamos todos”, son pequeños ejemplos de esa relación virtuosa. Cuando la realidad, los hechos sociales y políticos, son resultado de voluntades comunes, una creación común y consciente, se genera una fuente de identidad y una praxis de construcción muy robustas: “soy obra de esta historia tanto como esa historia es mi propia obra”. El intento bien o mal intencionado por administrar esas tendencias y energías colectivas, generalmente termina disipando -a veces ahogando trágicamente- las energías colectivas. Más de una vez, las decisiones de autonomización han sido la respuesta espontánea frente a la manipulación, la cooptación y al acuerdo a espaldas de los actores. Y de eso hay mucho en este país. Las tendencias a la independencia de lo social, las prácticas de autonomía, presentes en las movilizaciones de los últimos años, deben ser entendidas como potencias emancipadoras y estimularse, desarrollarse, más que adocenarlas intentando acumular fuerza propia a costa de ellas; hay que abrir paso a una politización de lo social. El proyecto emancipador – no sobra recordarlo- tiene que responder no sólo a la debacle del capitalismo sino también a la debacle del proyecto de construcción socialista donde las relaciones partido-masa y estado-sociedad, fueron mal tratadas al punto que ahogaron la vitalidad de las propias fuerzas que lo originaron. Si hay una discusión de primera prioridad en el marxismo y en las corrientes emancipadoras hoy día, es en torno a este punto crucial.

Por ello, vocerías, deliberación colectiva, asamblea, construcción de colectivos, horizontalidad, auto-representación, formas organizativas que arrancan con las prácticas de los años noventa y que los secundarios han mantenido desde el 2001 hasta hoy, deben cuidarse y estimularse. Hay que cuidarlas no solo de la reacción de las clases dominantes y su necesidad de imponer el “orden”, sino también de las tentaciones de la izquierda tradicional que debe demostrar al poder su capacidad de maniobra para fortalecer su lugar en las instituciones de la república y su sistema político representativo. Ya Tellier nos adelantó algo en su entrevista en La Tercera del domingo 7 de agosto pasado.

Para caracterizar un movimiento y sus luchas usualmente se recurre a su composición de clase y/o a los contenidos programáticos que éste levanta. Sin embargo, en la actualidad, hay que agregar otra dimensión, una variable anteriormente secundaria: me refiero a las formas organizativas. En las condiciones actuales de desarrollo del capitalismo, las formas son contenido y por tanto son cruciales en la configuración del carácter de un movimiento. Por decirlo de un modo aproximado: un mismo Programa levantado por una misma constelación de fuerzas sociales puede adquirir un carácter radicalmente distinto con una táctica restringida al campo de la política representativa y del Estado, o si, alternativamente, se realiza como ejercicio de sujetos colectivos auto-representados que ejercen soberanía en y más allá del Estado. Mientras esas formas no sean convertidas conscientemente en proyecto, las tendencias que permiten caracterizar las potencialidades emancipadoras de un movimiento, incluso a espalda de los propios sujetos implicados, se relacionan muy estrechamente con esas formas de organización y métodos de trabajo colectivos. Lo que aparece como desorden a ojos de las clases dominantes y de los burócratas de la política, expresa la latencia de prácticas emancipadoras que tarde o temprano romperán la camisa de fuerza liberal-burguesa con que se concibió y ejerció hasta hoy “la política”.

¿Y los trabajadores? ¿Qué se puede decir de su ausencia y de la idea del "ciudadanismo" que se ha ido instalando en los movimientos sociales? ¿Cuáles son las implicancias de este nuevo paradigma social?

Por más de tres décadas la teoría social, la historia y la política han dejado de considerar al trabajo humano como concepto clave y determinante en la configuración y dinámica de la sociedad, desplazándolo del lugar central que antes tenía en ellas. Paralelamente, la clase trabajadora, y en especial la clase obrera, ha desaparecido de la escena política e incluso de la propia producción - tema sobre el cual volveremos. La derecha ha sustituido a esta clase, por categorías como el "emprendedor" y el "consumidor"; la izquierda “progresista”, en distintos momentos, por las categorías de "el ciudadano", "las mujeres" y "las minorías sexuales"; y los tecnócratas de toda estirpe, como objeto de las políticas públicas, por “los sectores vulnerables”, "los pueblos originarios" y "los pobres": ciudadanos pobres, mujeres pobres, minorías sexuales empobrecidas, niños pobres, ancianos pobres, etc., claramente todos pobres, pero en cuanto tales, sin el glamour que exige la moda intelectual del momento.

Ese desplazamiento del trabajo y los trabajadores, ha dado paso a la emergencia de multiplicidad de sujetos sociales. Para las corrientes postmodernas más reaccionarias, tales sujetos finalmente se diluyen en una masa de subjetividades particulares (individuales) no susceptibles de aglutinar o responder a “lógica de equivalencia” alguna; tales subjetividades son inconmensurables y no dan siquiera para populismos; es el fin de la política y de todo valor universal. Otras, las menos conservadoras, reconocen la plausibilidad de la conjunción de intereses transindividuales y reponen la política pero solo como fenómeno episódico, contingente y transitorio, tanto como lo es una coyuntura particular. Para éstas, los conflictos pueden expresar una subjetividad colectiva pero por única e irrepetible vez; no hay lugar para la memoria colectiva ni para ningún presente histórico que contenga en potencia un futuro colectivo; todo es contingente, ningún horizonte histórico, ninguna verdad y ninguna utopía, siquiera como idea reguladora o recurso movilizador. En oposición a éstas corrientes y en defensa de las promesas de la modernidad, más esperanzador ha resultado el esfuerzo de las teorías que relevan el rol de la acción comunicativa y la construcción de consensos sociales como campo de acción privilegiado de la política. Sin embargo, de todos modos, en la época del “giro lingüístico”, la centralidad del trabajo ha desaparecido de escena.

Estas corrientes teóricas han permeado fuertemente a las franjas ilustradas de la sociedad. Un segmento “progresista”, haciéndose eco del monopolio ideológico que ostenta la concepción liberal de democracia, ha adoptado con toda naturalidad al “ciudadano” como el sujeto político por antonomasia; el citoyen criollo, que independiente de su lugar en la ciudad -y la producción-, es el soberano del poder político de la nación bicentenaria. Como sea, este ciudadano es el “hombre político”, aquel que realiza su libertad ejerciendo soberanía en el espacio de la interacción lingüística en torno a materias de lo público.

Pero sabemos que libertad formal no es igual a libertad sustantiva; esta distinción devela el límite insalvable de toda sociedad de clases. Por ejemplo en este país, aún cuando se eliminaran las ostensibles limitaciones que impone al citoyen criollo la Constitución de Lagos-Pinochet, tales como el sistema binominal, el sesgo presidencialista del régimen político o la ley de financiamiento y funcionamiento de partidos políticos, tal distinción mantendría toda su validez.

La distinción entre libertad formal y libertad substantiva es de la mayor significación en las nuevas condiciones de funcionamiento del capitalismo actual, y si bien nuestras herramientas teóricas apenas balbucean una interpretación del presente post crisis del estatalismo socialista, desarrollos recientes justifican reponer una idea crucial de Marx: la centralidad del trabajo, la centralidad de esa elemental actividad humana que es el trabajo entendido como praxis social productiva y reproductiva.

El capitalismo del nuevo siglo ha extendido su lógica a casi todas las esferas de la vida social transformando en mercancía todo objeto tangible, intangible o virtual susceptible de vender y comprar; ha extendido por doquier las relaciones sociales capitalistas y sometido al imperativo de la acumulación a los más diversos espacios personales y comunitarios. Pero así como el capital se extiende, también más actividades humanas se vuelven trabajo, trabajo para el capital. Este proceso ha implicado la emergencia de nuevos contingentes de trabajadores vinculados a la producción de esas mercancías. Sin embargo, en la medida en que tales contingentes y mercancías, especialmente las intangibles y virtuales, adoptan nuevas estéticas no han sido fácilmente reconocibles por la vieja clase obrera o por el sindicalismo clásico. Si entendemos que el capital no es una cosa ni una forma, sino una relación social, quien produce socialización, afectos o conocimientos, tanto como quien produce carbón o zapatos, si lo hace mediado por una relación de compra y venta de su fuerza de trabajo al capital, es un trabajador, produce plusvalía y sirve a la acumulación de capital, independiente que el mismo lo crea o no y sea o no reconocido por otros, por ejemplo por los “obreros manuales”, en su calidad de tal. La izquierda tradicional y el sindicalismo clásico fetichizaron el trabajo así como el salario, en el primer caso, reduciéndolo a la forma material de la actividad o del producto, y en el segundo, a su forma dinero; su imaginario, su apreciación estética, ha impedido comprender que en el capitalismo actual la clase trabajadora se ha extendido bajo nuevas formas y aumentado su peso a pesar que los empleados en sectores extractivos, agrícolas e industriales, lo disminuyan, incluso en algunas ramas en términos absolutos. Y todo esto sin contar los cientos de millones los trabajadores asiáticos y este-europeos recientemente incorporados a los circuitos de la acumulación de capital mundial.

Lo señalado ya es argumento suficiente para recuperar la centralidad del trabajo. Sin embargo, el capitalismo actual nos entrega otras razones que, más allá de la dimensión puramente cuantitativa, se relacionan con los aspectos cualitativos de la producción.

El capitalismo del nuevo siglo también ha debido avanzar en otras direcciones. Un área clave ha sido la extensión y profundización de los mecanismos de control socio-culturales requeridos para resolver las contradicciones que derivan de una expansión sistemática y duradera de la productividad del trabajo provocada tanto por el cambio técnico duro – nuevo capital fijo y circulante- como por las sucesivas reorganizaciones de los procesos de producción y trabajo. Mucho antes de la crisis del patrón fordista en los países centrales, el capital extendió su esfera de preocupación desde la producción y circulación de mercancías a la esfera del propio consumo. En efecto, sostener una dinámica de producción creciente de mercancías obligaba generar una capacidad de absorción proporcional por el lado del gasto pero -y esto es lo que queremos relevar- no sólo como mera capacidad de compra sino como disposición a la compra, como disposición subjetiva al consumo. Esto no es trivial, pues si me doy a entender bien, no me refiero sólo a la expansión de la demanda - en parte garantizada por la regla fordista de aumentos reales del salario acordes con el aumento de la productividad- sino antes que eso, a la expansión de las necesidades como motor de la expansión de la demanda. Estoy hablando, por tanto, de la administración “racional” de las subjetividades con el fin de inducir un crecimiento incesante de las necesidades y naturalizar así el consumo compulsivo e irracional, el consumo basura y el despilfarro, fenómeno que más recientemente se ha llamado “consumismo”. Esta manipulación de las necesidades, cuando se transforma en industria, en industria de la producción de subjetividad para el consumo, inaugura otro momento del capitalismo. De hecho, usando una categoría de Agnes Heller para caracterizar el estatalismo de los ex países socialistas europeos, el capitalismo se ha vuelto una “dictadura de las necesidades”, solo que a diferencia de tales regímenes, dicha dictadura opera bajo la apariencia de la libertad, “la libertad de elegir”, dirían los esposos Friedman.

Dicho esto, surge entonces una interrogante crucial: ¿Cual es el verdadero carácter de esa escasez con la que se nos aterroriza cotidianamente? ¿Es ésta un límite malthusiano, es decir, un estado natural de desbalance entre población y recursos? ¿O por el contrario, se trata de un desbalance artificialmente originado y sostenido sobre la base del modo de vida vigente?

No podemos desbrozar todas las implicancias que tiene una pregunta de este tipo, pero hay un aspecto que interesa resaltar aquí. Pensemos al revés. ¿Qué pasaría si la sociedad organizada arrebatase al capital el poder que éste ejerce sobre las necesidades y las auto administrara –definiera, jerarquizara, etc.- en concordancia con el desarrollo de las facultades humanas y de acuerdo a criterios de sustentabilidad social y ecológicas? Sin duda que la escasez impuesta por el capital se volvería superflua. En efecto, esta escasez es resultado de la expansión incesante de las necesidades inducida por el capital y su imperativo de la acumulación. Es fácil darse cuenta que si el trabajo se hace cada vez más productivo con el apoyo de la ciencia y la técnica, es absurdo que la gente trabaje más y/o más intensivamente. ¿Por qué aumenta el tiempo de trabajo y su intensidad y no el tiempo de no trabajo, el tiempo libre, si es evidente que el trabajo se ha hecho mucho más productivo en una trayectoria de innovación y cambio técnico acelerados y de largo plazo de la que nunca antes se tuvo razón? En efecto: si las necesidades no se desbocaran como sucede bajo el régimen del capital, la jornada de trabajo podría haberse reducido en proporción al aumento de la productividad. Por cierto, factores demográficos -crecimiento poblacional, transición etaria- y la pobreza estructural de décadas, absorben el efecto de una productividad acrecentada pero no completamente como para justificar una intensificación del trabajo y la mantención de un estado de escasez que nos amenaza diariamente. No, no; la clave está en la tiranía del capital que no solo reina en las esferas de la producción y la circulación de mercancías, si no, como ya se ha dicho, también en la esfera del consumo ocupándose de la multiplicación de las necesidades con arreglo a sus fines, que no son, precisamente, los fines de una humanidad emancipada.

Llegado a este punto, podemos entonces relacionar las luchas sociales que toman forma en los movimientos sociales cuya estética evoca actores como los ciudadanos, consumidores, mujeres, jóvenes, etc., cuyos contenidos giran en torno a la democracia, los derechos individuales, el medio ambiente, los derechos reproductivos, etc., con la idea de la centralidad del trabajo.

En efecto, al caracterizar el capitalismo actual como “una dictadura de las necesidades”, caemos de bruces nuevamente en la dimensión de la producción y del trabajo, pues: ¿Qué si no significa emanciparse de tal dictadura? Simplemente reclamar soberanía respecto de las necesidades, es decir, de los fines de la producción y por tanto de la distribución de las capacidades productivas humanas, las capacidades colectivas de trabajo, del trabajo social. En simple: arrebatarle esas dimensiones de decisión al capital, significaría construir un orden social en que los propios productores – los trabajadores- fueran capaces de responder a las interrogantes económicas que nos enseñaron en la escuela cuando niños: qué, para quién y cómo producir. Claramente lo anterior significa cruzar el umbral de la libertad formal y entrar directamente al terreno de la libertad sustantiva; no se trata del citoyen que reclama derechos políticos civiles en la esfera de lo político, sino del sujeto colectivo radical, que quiere extender tales derechos a las profundidades de la vida misma, que politiza la existencia social al hacer del propio modo de vida un campo de batalla por el ejercicio de la soberanía.

Con todo no queremos decir que la problemática social y cultural que han reivindicado los movimientos sociales, sea reducible a la centralidad del trabajo. Ello no es posible y ni tiene sentido político plantearlo. Pero si decir que la izquierda tradicional y el sindicalismo clásico, impedidos de superar los límites de una visión fetichizada del trabajo y salario, no han podido establecer un diálogo estratégico con tales movimientos que permita potenciar sus luchas y unificar fuerzas en pos de una alternativa emancipadora. La izquierda y sindicalismo tradicionales han quedado atrapados en un imaginario que se resiste a ahondar en la complejidad del capitalismo actual. La primera, reduce las luchas de los ciudadanos a los límites de la democracia representativa sin siquiera recoger el legado teórico de una crítica radical al Estado, o peor aún, de las experiencias estatalistas de inspiración socialista que ella defendió; el segundo, limitando sus luchas a mejoras salariales y beneficios monetarios sin atreverse a criticar el contenido social del salario que, a fin de cuentas, es definido por el capital -alimento basura, vivienda basura (cuando la hay), ambiente basura, educación basura, salud basura, transporte basura, cultura basura, etc.- al manipular las necesidades y sus satisfactores. No estaría de más que nos preguntásemos si tiene sentido alguno seguir endosando nuestra soberanía a los profesionales de la política que, es archisabido, terminan subordinando los fines colectivos a sus intereses propios, o también, si lo que queremos es más salario y más ingreso para seguir consumiendo basura y horadando las bases naturales de nuestra propia vida.

Una fuerza más abierta puede entonces relacionar directamente gran parte de las reivindicaciones de los movimientos sociales y ciudadanos con las de los trabajadores; y no para subordinarlas o postergarlas para un incierto futuro posterior a la construcción de la nueva sociedad. No, no. Si, como hemos mostrado, se trata en el fondo de una misma reivindicación, lo correcto es contribuir a radicalizarlas, llevarlas al campo de la emancipación, al campo de la lucha por la libertad sustantiva que implica luchar por hacernos del control de nuestras necesidades y construir los arreglos sociales que permiten definirlas, jerarquizarlas y satisfacerlas de acuerdo a los fines de los propios productores, o lo que es lo mismo, distribuir y asignar el trabajo social y el tiempo libre, de acuerdo a los fines de los propios trabajadores. Y también a la inversa, aprovechar y potenciar las formas democráticas de acción de tales movimientos; prácticas y métodos organizativos que -en apariencia pre políticas- anuncian la política del futuro.

Así, la centralidad del trabajo, al partir del elemental hecho de la existencia de seres vivientes cuyo imperativo es su reproducción y por ello compelidos a producir las condiciones materiales y simbólicas de su existencia, lo que se releva es un acto eminentemente práctico: el trabajo; una praxis constitutiva que, por más que sus formas hayan cambiado en la época del capitalismo actual, sigue siendo un campo de batalla entre el modo de vida del capital y un modo de vida emancipado de su tutela.

Santiago, 14- 15 de agosto de 2011.

[1] Este artículo fue redactado sobre la base de una entrevista solicitada a inicios del mes de agosto por la revista “La chispa” (www.lachispa.cl), experiencia de trabajo auto gestionada y común de diversos colectivos estudiantiles de la Universidad de Chile. Se ha cambiado ligeramente la redacción de las preguntas y reordenado el orden original de los temas.

[2] Investigador de Plataforma Nexos, www.plataforma-nexos.cl. Se agradecen los comentarios de Roberto Merino de Actuel Marx/Intervenciones y Manuel Ossa, Sara Kries y Pedro Landsberger, investigadores de Plataforma Nexos.

Fuente: Resumen