Largo tiempo ha pasado desde nuestra fundación, pero ha
quedado un legado histórico de esfuerzo y sacrificio que por la necesidad de la
vida, debe reproducirse en una nueva generación de revolucionarios que asuma el
desafío histórico de la construcción de la sociedad nueva, que remplace los
viejos cimientos sociales que se caen a pedazos, y la riqueza de los poderosos
que se sostienen en las espaldas del
pueblo pobre.
Debemos sacudirnos de las problemáticas de índole personal,
debemos de una vez por todas, dejar de lado los caos ocasionados por quienes
ante su impotencia tras los quiebres, han ido generando un cúmulo de siglas que
disminuyen el margen de maniobra para el campo popular, atomizando aún más a un
pueblo que no ve una alternativa real ni en la institucionalidad burguesa, ni
menos en la izquierda revolucionaria (o mejor dicho anti-sistémica). El mirismo
vive en quienes hoy hacen política revolucionaria, y no en quienes disminuidos
tras sus propias derrotas estratégicas, decidieron cambiarse de bando y
levantar proyectos “pseudo-Rojinegros”, utilizando los colores de la rebeldía
para disfrazar al reformismo.
Mientras exista el mirismo, no habrá inmunidad para los
traidores del pueblo.
La articulación es la tarea, y el énfasis está en los
sectores en lucha. Es urgente una alianza multisectorial, la cual debe darse
bajo parámetros que tengan niveles de proyección práctica, es decir, que
escapen a los idealismos de subsanación total de las diferencias y que en
cambio se apeguen a la necesidad de forjar proyectos conjuntos en cuanto a los
caminos de liberación por los cuales los revolucionarios junto al pueblo
debemos transitar.
La historia nos dice que la región ha jugado un rol
protagonista en la escena revolucionaria nacional como cuna de los hijos del
pueblo que revitalizaron nuestra organización desde su conformación, es nuestro
deber como revolucionarios, dotarnos de herramientas políticas que nos permitan
efectuar lecturas de larealidad concernientes a evitar errores pasados.
Sostenemos que la dispersión es propia de escenarios como el actual, y aunque
sea más factible en períodos pre revolucionarios, las bases se deben sentar
antes de escenarios propicios para el avance popular. El mirismo no se asila,
se prepara para combatir con más fuerza.
Seamos claros, estos años son decisivos para el paso a la
conformación de un movimiento revolucionario que proponga formas de poder
efectivo, o en su defecto, el posible paso a un período de reflujo en las
protestas populares en favor de la mantención del status quo post-elecciones
presidenciales, donde quizá el enemigo vuelva a camuflarse con ayuda de alguna
figura presidencial acorde. Es en este sentido que proponemos la formación de
instancias consejistas por parte de los espacios en lucha, como forma más
efectiva de conformar coordinaciones sectoriales que ejerzan formas
deliberativas con posibilidades de expresión en la práctica. La tan manoseada
verborrea de la “unidad de los revolucionarios” debe darse sí o sí para
conformar instancias contrahegemónicas, pero para su éxito debe estar
supeditada bajo tres perspectivas fundamentales:
1. Una
plataforma mínima que fije los puntos centrales básicos de un proyecto político;
2. La unidad
política de los trabajadores a través de una plataforma reivindicativa y
programa político;
3. Y la
unidad política de las fuerzas en lucha a través del establecimiento de
coordinadoras que levanten la nueva fuerza política del pueblo y los
trabajadores.
Condiciones objetivas sobran y no podemos caer bajo nuestros
propios errores para hacer el trabajo del enemigo, ni menos para traspasar
problemáticas personales a los revolucionarios de hoy. En este sentido, debemos
formarnos en todos los ámbitos necesarios, con la urgencia en lo político, para
integrar la multiplicidad de luchas sociales tendientes a las reivindicaciones
sectoriales, con tácticas inclusivas, pero tendientes a capitalizar fuerzas
para forjar el proyecto revolucionario para Chile.
DIRECCIÓN ZONAL SUR
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
MIR
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